¿Capítulo 10 he dicho? No sabía que un unicornio podía escribir tanto! Bueno, hoy vamos hablar del que fue mi nuevo compañero: el PALADÍN.
El Paladín era una persona noble y muy fuerte. Conocido en todo el reino. De hecho, cuenta la leyenda, que el paladín, en sus andaduras, defendió muchas cabañas y sus hazañas eran tan nobles que toda la gente hablaba muy bien de él. Antes de conocerlo, se le veía mucho por nuestra cabaña, ya que por aquellos tiempos trabajaba en una cabaña no muy lejana. También trabajó en festejos de la alta sociedad. Toda esa experiencia le hizo tener la profesión en la cabaña muy bien aprendida y siempre estaba preparado para la batalla. No se podía esperar menos de un buen un paladín.
La verdad es que cuando entró en nuestra cabaña, nos dimos cuenta de que no le venía de nuevo. El tema de las tablas y los troncos lo llevaba por la mano. Poco a poco fuimos entablando amistad, a pesar de que ya nos conocíamos, aunque nunca habíamos trabajado pata con hombro anteriormente. Yo no sabía cómo era la relación con los paladines, la verdad. No es todo como dicen las malas lenguas. En mi caso descubrí que son gente honesta y luchadora. Imagino que de ahí que fuera un paladín, pero además era una persona con un gran corazón y que sabes que nunca te va a fallar. Vaya por dios, que se pone melancólico el unicornio punki.
Nuestro día a día transcurría tal que así: El paladín llevaba las tablas y los troncos de fuera y a veces cuando el unicornio estaba en la lumbre, también tenía que controlar toda la cabaña. De vez en cuando se ponía furioso, pero con razón. El duende rojo nos dejaba en la cabaña y ni siquiera aparecía por ahí. Si las tardes eran tranquilas, no pasaba nada. Casi que mejor. Pero cuando venían muchos lugareños y con muchas ganas de tomar pócimas y cerdo, la cosa no pintaba bien. Era del todo comprensible que el paladín perdiera los nervios.
Por regla general nos encargábamos de todo: llevábamos las cosas a la lumbre, atendíamos las tablas y la cabaña, hasta teníamos que preparar los pedidos a los lugareños para poder seguir trabajando. Encargábamos el cerdo, la hidromiel, vamos, todo lo que necesitábamos en la cabaña. Eso sí, contábamos con la ayuda de nuestro amigo PEGASO. Jajaja, sí, ya te hablaré de él. Y a lo mejor os preguntaréis porque no venía el duende rojo. Aunque al final nos apañamos bastante bien los dos solitos. Pues la verdad es que resultó que el duende rojo arrendó otra cabaña para empezar un nuevo negocio. Con lo bien que le iba este, y con lo bien que se le daba el menester. ¿Cómo no iba a abrir otra cabaña?
En fin, puedo decir que no hay mejor unión que la de un unicornio punki y un paladín. Al principio éramos un poco desconfiados, pero al final, estábamos todo el día trabajando juntos y sacando la cabaña adelante. En ocasiones, tras acabar las duras jornadas, nos íbamos a otras a tomar hidromiel y pócimas. En realidad hicimos muy buena amistad.
En el próximo capitulo os hablare de…
LA OTRA CABAÑA.
Y la canción de hoy es para el Paladín, una de las mejores personas que tengo a mi lado. Ésta es una de las canciones que yo, el unicornio punki y él, hemos coreado muchas veces… y lo mejor es lo que dice: «¿Dónde vas velocirraptor?» Jajaja.
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