¿Por dónde íbamos? Ah sí! Os situó de nuevo.
Habían transcurrido años desde que este unicornio llegó a la cabaña, que había pasado del turno de mañana a la tardes. Por último, tras muchas fiestas en la cabaña de plaza del reino, la cabaña se había convertido en la segundona para el duende rojo y compañía. Pero ahí seguíamos. Como todas las tardes, llegábamos a la cabaña dispuestos a darlo todo: el unicornio, el paladín y Pegaso. Y diréis: ¿el unicornio delante? Para que no se espante, jajaja y si empezamos con las tardes en la cabaña.
Pues sí, el unicornio era que se espantaba. Cuando se acercaba a la lumbre…TACHAAAAN… todo lleno de restos de cerdo, ceniza por todas partes, calderos sin limpiar, etc. Todo sin preparar para el turno de tarde en la cabaña. ¿La responsable de tal «merder» quién era? Efectivamente, la Gorgona. Ahí estaba ella, que se iba sin mirar para atrás. Eso sí, antes de irse, siempre daba algunas órdenes y lecciones de cómo llevar la cabaña. En fin, como ya os dije en capítulos anteriores, lecciones para llevar una cabaña, pocas.
Continuando con la rutina, a veces el Alicanto se quedaba a comer en la cabaña. Era, entonces, cuando nos contaba algún rumor que se había extendido por la mañana. Era lo que tenía trabajar por las mañanas con el maestro y la gorgona. No podían evitar chismorrear. Alguna de las cosas que nos contaba el Alicanto era que nos vigilaban, que desde el oráculo del maestro podían ver lo que hacíamos durante la jornada… claro, si no venía nadie, como iban a «controlarnos». También había un rumor de que iban a tirarla la cabaña por decreto del rey. Pero eso ya os lo contaré en otro capítulo… sí, soy un unicornio punki y un poco cabroncete. Ya sé que te he dejado con la intriga.
Como te iba diciendo, mientras el unicornio limpiaba la zona de la lumbre y el paladín ordenaba y limpiaba las pócimas de las mañanas, el Pegaso iba cargando toneles de hidromiel. Íbamos haciendo cosas que hacían falta para llevar la tarde en la cabaña. Una vez todo hecho, como si de un reloj se tratara, los lugareños acudían a las tablas y los troncos de la plaza a tomar pócimas y comer cerdo, como cada tarde. Así transcurría la jornada: lugareños y más lugareños, hasta bien entrada la noche.
Cuando se ponía el sol, conseguíamos que vinieran, aparte de los lugareños, los dueños de otras cabañas. No me preguntéis por qué pero cuando estaba el duende rojo en la cabaña, eso no pasaba. Será porque este trio de personajes les daba el cariño que se merecían. En fin, que con esto no quiero que penséis que el duende rojo no se pasaba. Sí que lo hacía. Mucho antes de que cerráramos la cabaña de la plaza del reino, se pasaba por ahí. Seria porque el duende rojo en la otra cabaña no tenía mucha faena y de vez en cuando, antes de irse a su morada, se pasaba por la cabaña a alardear. No entendíamos mucho porque, ya que todo era mentira, sabíamos de sobras que él trabajaba poco o nada.
Él no lo sabía pero teníamos informadores. Sí, sí, como lo oyes. Teníamos nuestras formas de «controlar» como iba la otra cabaña.
De estas fuentes también sabíamos que la otra cabaña no hacía ni la mitad de la mitad de lo que hacía la cabaña de la plaza del reino. Estaba claro que la cabaña segundona sacaba todas las monedas para los caprichos del duende rojo, es lo que tiene conocer a duende rojo caprichoso.
Y en el próximo capitulo…. LA ULTIMA FIESTA EN EL REINO DE LAS PALOMAS….
la canción de hoy para el duende rojo…