CAPITULO 4 · FIESTAS DEL REINO

Y SÍ, LLEGARON LAS FIESTAS DEL REINO DE LAS PALOMAS.

La verdad es que en el reino de las palomas se hacían una fiestas espectaculares: fuego, malabares, música, espectáculos… vaya, que la plaza y toda la comarca del reino se llenaba de trovadores y, como no, también de payasos. (perdón)

Todos los lugareños se volvían locos, les encantaban las fiestas del reino, las esperaban con ilusión desde los más pequeños hasta los más mayores. Todo tipo de seres con sus hijos salían a las calles, era como un domingo pero multiplicado por mil. Venían desde otros reinos para festejar con los lugareños. Un despropósito, vamos.

Y como no, la cabaña tenía su sitio privilegiado. Ya de buena mañana nos poníamos a trabajar, colocando tablas y troncos para que los lugareños pudieran tomar sus pócimas, y como bien digo, echarse algo a la boca. Para estas ocasiones utilizábamos unas tablas distintas, en alto, para que todos pudieran disfrutar de sus pócimas sin sentarse, lo que viene siendo de pie.

También había otra cosa que nos gustaba mucho y es que estábamos fuera! Nada de estar en la cabaña como estábamos acostumbrados y eso nos ponía los ojitos brillantes. Eras como el protagonista de una peli! Jeje, no hombre como un protagonista más de las fiestas del reino de las palomas. Aun así, nosotros éramos los últimos en montar el tinglado, porque el viejo minotauro y el duende rojo, junto con la gorgona, no querían cerrar la cabaña para montar la tarde de antes, no… apurando hasta el último momento. ¿Sería por las monedas del reino? Tampoco nos frenaba, ya que con la habilidad de muchos que estábamos allí (para las fiestas nos juntábamos unos cuantos) lo hacíamos todo, mientras que el viejo minotauro y el duende rojo solo hacían que hablar de las otras cabañas y nada bien de ellas. Esto no era exclusivo de esas fechas, también les pasaba con sus propios amigos. Sí, sí, eso lo solían hacer más de una vez, pero delante de los demás dueños de cabañas y sus amigos eran super «guays», pero, amigos, la falsedad y la envidia es lo que tiene. Mi abuela unicornio solía decir: «cría cuervos y tendrás muchos» o algo así…

En resumen, eran cuatro días muy intensos. A veces tenías que ir por la mañana y por la tarde hasta altas horas de la madrugada, ya que los lugareños aguantaban mucho bebiendo pócimas y bailando con los trovadores. Se notaba que ellos no tenían que trabajar por la mañana. Sobre todo por la noche había mucho trabajo, menos mal que yo tengo cuatro patas y no se me cargaban tanto. Una cosa os digo, en fiestas me gustaba lucir mi cresta punki.

Os contaré una curiosidad, una de las cosas que me impactaban era como el viejo minotauro hacia malabares con las monedas del reino. Mira que tenía poca movilidad debido a ser minotauro, o eso creo, pero si se caía una moneda, no sé cómo lo hacía, pero con un juego de manos nunca llegaba a tocar el suelo. A todo esto, la gorgona también estaba al lado del él vigilando al personal. Para que no se distrajeran. Me acordaré siempre cuando un hobbit se subió a un tonel de hidromiel y empezó a bailar. En ese momento parpadearon otra vez las luces, escalofríos por el cuerpo, y empezó a chillar el minotauro al duende rojo, que le dijera al hobbit que se bajara y siguiera en la lumbre haciendo cerdo.

En fin, lo bueno de todo esto era cuando se iba el viejo maestro y la gorgona. Era cuando empezaban las fiestas de verdad! Al duende rojo se le iba el miedo que tenía. Mientras no estaba ahí el viejo maestro, todo fluía mejor. Porque las fiestas, dentro de que hay que trabajar, no dejan de ser fiestas y eso los lugareños lo notaban en nuestras caras y se lo pasaban aún mejor. En realidad todo el mundo sabía de qué pie cojeaba y se comportaba, dentro de lo que las pócimas permitían. Vamos que todos respondíamos igual que cuando estaba él y su gorgona, pero cuando no, pues lo disfrutábamos más. Que por cierto, tampoco nos iban a dar más monedas del reino por trabajar más. Eso no pasaba en la cabaña. Lo que nos quedaba era disfrutar. Y eso se notaba, porque la gente venía a nuestra cabaña y no lo hacían ni por el viejo maestro, ni por el duende rojo, ni por la gorgona. Lo hacían porque detrás de las tablas estaban los mejores seres de todo el reino de las palomas.

Y en el próximo capitulo… El unicornio punki empieza a trabajar por la tarde!

Y la canción de hoy es de fiesta y diversión… (no va por nadie jeje)

 LA GRAN PEGATINA, «Vamos a por ti»

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