unicornio punki

CAPITULO 6 – LAS NOCHES EN EL REINO

PERDON!! LAS NOCHES EN LA CABAÑA DEL REINO.

Pues sí, las noches del reino empezaban cuando la lumbre se acababa y la gente no quería comer más, empezaba el espectáculo y como no, las noches en la cabaña. Los lugareños se ponían a beber pócimas y hablar en los tablones y troncos.

Total que allí estábamos los tres: el unicornio, el arquero y el centauro. Ah! Sí, y el duende rojo. La verdad que había mucha faena por las noches, sobre todo cuando hacíamos el amago de cenar. Siempre intentábamos hacerlo tranquilos pero era misión imposible. Los lugareños tomaban y tomaban pócimas y cada vez llegaban más. Normalmente te tenías que levantar y seguir trabajando, aunque el duende rojo ya hubiera cenado tres veces. Lo más gracioso era que sin ponerse más rojo de lo que era, siempre tenía alguna excusa para irse a hacer algo que no fuera trabajar, porque las noches eran muy duras.

En la cabaña siempre, a según qué horas, había música que venía de algún trovador. Solían tocar alguna de sus piezas hasta altas horas de la noche. Los aldeanos disfrutaban, la verdad es que se lo pasaban muy bien dentro de la cabaña. En ocasiones se ponían a bailar y daba gusto verlos, ya que nos consolaba saber que estábamos haciendo las cosas bien.

La noche transcurría. Seguíamos haciendo pócimas hasta que llegaba la hora de recoger las tablas y los troncos. Ahí estábamos nosotros, con ocho patas que rápido lo hacíamos. Aun así, algún lugareño se ponía un poco pesado y no quería irse, pero el centauro tenía muchas habilidades para levantarlos rápidamente. Por otro lado, el arquero recogía la parte interior de la cabaña él solito. Aunque solo tenía dos patas lo hacía muy rápido.

Más tarde llegaba el duende rojo, que resulta que venía de cenar en su casa, sí, de cenar otra vez. Vamos, la cuarta vez que comía esa noche, será cosa de duendes. Él llegaba, se ponía su pócima y miraba como trabajaban sus empleados. Curioso era que tenía la misma técnica que el viejo minotauro: le daba por contar fabulas a los lugareños y si venia algún amigo ya era lo peor. Mira que el duende rojo llegaba a ser falso, primero los criticaba y luego estaba allí como si no pasara nada. 

En resumen, nosotros seguíamos hasta cerrar la cabaña, una vez que se iban todos los lugareños menos sus amigos. A veces nos quedábamos poniendo pócimas, a veces nos íbamos porque ya estábamos cansados. En ocasiones nos íbamos a otra cabaña a tomar una pócima antes de ir a casa, cosa que criticaba el duende rojo. Él no entendía por qué no nos quedábamos en su cabaña. Estaba claro, no? Lo que nosotros queríamos era salir ya de la cabaña y no verle otro rato más la cara.

Luego nos arrepentíamos, pero no por ir a otro sitio y traicionarlo, no. El problema era que cuando se quedaba solo, dejaba todo hecho una pocilga. Todo lo que habíamos limpiado antes de irnos, él lo ensuciaba. Los vasos de las pócimas, las mesas o incluso la barra. Con razón se enfadaba la gorgona y el viejo minotauro, ya que el duende rojo nunca tenía la culpa. Eso era siempre cosa del arquero, el centauro y como no, el unicornio punki.

En el próximo capitulo nos adentraremos en los «jueves».

Y la canción de hoy… porque  «Somos la voz que grita desde el silencio….»

La Raíz – Entre Poetas y Presos | Live Vistalegre

Leave a Comment