unicornio punki

CAPÍTULO 8 – EL VIEJO MAESTRO MINOTAURO

Pues sí, hoy os voy hablar del VIEJO MINOTAURO. Es decirlo y acaban de parpadear la luces. Seguro que mientras estas leyendo esto también te ha pasado… porque aunque pasen los siglos sigue pasando.

Os voy a contar lo que mis ojitos de unicornio han visto y vivido sobre este «personaje», nunca mejor dicho. Pensad que aunque el viejo maestro estuviera en su morada, tenía el control de todo a través de su oráculo. Parecía un ser omnipresente, todo lo que pasaba en la cabaña lo sabía. Es más, no había nada hecho al azar, estaba todo estudiado. Como bien te dije en capítulos anteriores, los rumores del reino contaban que era un despiadado comerciante, que le daba igual todo. De hecho, la cabaña era suya por una razón muy oscura, que nadie se atrevería a imaginar. El hecho es que la consiguió, por muy pocas monedas del reino o casi por nada. A pesar de ello, el duende rojo decía ser el dueño de la cabaña… jajajajajaja (perdón que se me escapa mi risa de unicornio) aunque estaba claro quien manejaba los hilos.

En fin, que el duende rojo no pintaba ni lienzos, porque en realidad el dueño de todo era el viejo minotauro. Todo tenía que pasar por su aprobación, aunque no tuviera ni idea de llevar una cabaña. A él se le daba bien contar monedas y contra más monedas mejor. Desde mi humilde opinión de unicornio, creo que se chupaba hasta las patas para poder contar los billetes reales. Incluso creo que los pasaba por una piedra para que entraran bien en su mullido lecho.

Existía otra habladuría sobre el pasado del viejo maestro. Los rumores contaban que de joven perteneció a una legión de minotauros un tanto extremistas, vamos, que les gustaba mucho levantar la pata. Más tarde de mayor, fue cambiando de legiones, imagino que para limpiar su historial ya que estaba mal visto. Aun así siempre le quedó en su interior ese deje de su pasado.

Retomemos la historia con el duende rojo, porque el miedo le comía por dentro. Llegaba a tal punto que pagaba cosas bajo la manga sin que se enterara el viejo maestro. De hecho, de vez en cuando me dejaba caer alguna moneda porque había trabajado de más en la cabaña. (Pero tsss… que no se entere el maestro minotauro) Las luces otra vez, lo habéis visto, ¿verdad?

El maestro minotauro siempre estaba diciendo cosas feas, como por ejemplo:

  • Dar gracias que estáis en la cabaña…
  • Yo no sé para qué queréis monedas del reino…
  • Encima de que les damos de comer se quejan…

Recuerdo que a la hora de comprar cerdo y moniatos, siempre estaba escatimando. Cuando, el lugareño que traía el cerdo, entraba por la puerta, el viejo maestro y el duende rojo siempre le decían cosas malas. Resultó al final que el lugareño dejo de traer el cerdo porque no quería que cada vez que entrara por la puerta, le faltaran el respeto. Mira que  era muy buena persona, dedicado a su granja, respetuoso y sobre todo cariñoso.

En resumen, el viejo maestro era muy listo. Él estaba detrás, como si estuviera al margen. Mientras que el duende rojo, como de una marioneta se tratara, estaba sometido a los hilos del viejo maestro. De esta forma, si había algún problema, las ostias se las llevaba el duende rojo. Es una pena que se dejara manipular por el viejo maestro, pero como diría mi amigo Pegaso: «Ni tan buenos son los que van a misa ni todos los que están en misa son buenos.»

Podría estar dos o tres capítulos más hablando del viejo maestro minotauro pero lo dejaremos de momento.

Y don viejo maestro minotauro este humilde unicornio punki, se va a tomar el lujo de llamarle «amor».

Esta canción va por usted, maestro…

El Barrio – Fiel amigo

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