Hoy toca hablar sobre el duende rojo. Ese personaje que no pintaba ni lienzos en la cabaña, pero al que le vamos a dedicar este capítulo.
Bueno, he hablado muchas veces de él, pero como un unicornio nunca puede tener el hocico callado, hoy tengo ganas seguir. ¿Recordáis a ese duende que le gusta meterse hojas en los oídos y oler todo aquello que sale de su oreja? Pues a ese es al que me refiero.
El tema es que lo de las orejas no lo hacía únicamente cuando estaba él solo. Cuando coincidíamos en las mismas tablas comiendo, no se cortaba ni un pelo. Lo hacía igualmente, no importaba quién estuviera. Imagínate (si tienes estomago) a nosotros comiendo y él oliendo esas cosas que salían de sus orejas. Ajjjj….menudo asqueroso pensarás, pues sí.
De igual modo que se comía los restos de comida que se dejaban los lugareños, que a saber por dónde había pasado esa comida. Él se lo comía todo y si le decías algo, te lo recriminaba. Siempre decía que no pasa nada, que para tirárselas a las bestias, ya se las comía él.
Dejando esos temas desagradables de lado. Había algo que estaba claro. El duende rojo estaba manipulado por el viejo maestro. Realmente le tenía mucho miedo. Nos lo demostraba cada vez que le sugeríamos cambios o le decíamos que había que realizar alguna tarea. Siempre tenía que preguntar al minotauro. Si había que comprar suministros o materiales, también lo tenía que preguntar. Era tanto su miedo y represión que pagaba monedas bajo manga para que no se enterara. De igual forma se gastaba monedas del reino en otros menesteres. Obviamente, sin que se enterara el viejo maestro, aunque no sé cómo no lo veía con su oráculo. Supongo que no lo creía capaz. Los vínculos tan cercanos a veces pueden cegar.
¿Os he comentado la manía que tenía de tocar la comida de los demás? Como te puedes imaginar no nos hacía gracia ninguna, pero como él pagaba, se pensaba que era el dueño de todo. Bueno eso de que él pagaba tampoco es cierto. Me he venido muy arriba, porque realmente era el viejo maestro el que lo hacía.
Retomando el tema comida, os puedo decir que el ingerir esas cantidades se le notaba. No me meto con su volumen, que cada uno es libre de tener el físico que quiera. Pero sí que voy a comentar la soberbia que tenía cuando nos decía que nosotros estábamos muy rollizos. ¿En serio? Eso era la envidia que tenía. Toda su vida había conseguido lo que tenía a golpe de monedas. Todo. Esa costumbre provocaba que cuando él no tenía algo que tu tuvieras o si se te daba mejor que a él realizar algo, se limitaba a criticarte. Que venias con unas herraduras nuevas, él se las compraba mejores. Aunque a él no le hiciera falta se las compraba, porque no podía ser menos que nadie.
Otra de las malas costumbres que tenía era criticar a todas las cabañas y las comidas de ellas. Vamos, como si él fuera el mejor en la lumbre de todo el reino. Después era de los que evitaba estar cocinando, a pesar de que dijera que era el mejor. De igual modo pasaba con sus amigos. Hacia lo mismo, criticaba todo lo que hacían y después, cuando los veía, como si no pasara nada. A sus amigos y a los dueños de las otras cabañas. No había excepciones. ¡Qué le vamos hacer! Como dice la leyenda, los duendes son muy falsos y orgullosos, pero bueno que a cada duende le llega su San Martín.
Cabe añadir que lo que más me sorprendía era cuando empezaba a alardear de como jugaba al QUIDDITCH. Imagínate al duende rojo de 2×2, jugando a este deporte con sus ropajes adecuados a él, chorreando sudor por todos los lados y como una hiena corriendo por el monte. Vamos, pura fantasía. Yo nunca lo llegué a ver, porque estaba en la cabaña, pero por lo que me contaba sus amigos era así. La verdad es que me fio más de ellos. Nunca os fieis de un duende rojo.
En fin, como habéis podido intuir, sus amigos también le ponían fino. El proceso era el mismo pero a la inversa. Cuando estaban con el duende rojo, se callaban como estatuas. En las cabañas, según lo vivido por este unicornio, hay mucha falsedad. Lo demostraban continuamente.
Cuando venían a festejar algo a la cabaña, se le hacia la cena. Sí, se le hacía porque el duende rojo se sentaba con ellos a festejar hasta altas horas de la noche. ¿Sabéis lo que pasaba cuando los amigos tenían que pagar? Pues que la magia fluía por el lugar (serían la sangre de sus ancestros maestros). Tachan! El duende rojo se echaba las monedas del reino al bolsillo. Eso sí, sin que el viejo maestro minotauro se diera cuenta. De esta cala era el duende rojo, como para fiarse de él. Si eso se lo hacía a su propio padre, imagínate lo que le podía hacer a un unicornio punki y a un PALADIN. Con razón después se iba a visitar otros reinos.
No, no te has perdido nada. Te preguntarás, ¿De dónde ha salido un PALADIN? En el próximo capitulo te hablare de este nuevo personaje.
La canción de hoy se la dedicamos al duende rojo, no? Creo que sería lo justo, no le vamos hacer ese feo. Que no se ponga celoso. Es repetida, pero es que le va como anillo al dedo y este unicornio punki se la dedica al pijo duende rojo consentido.
SFDK – Un Pobre Con Dinero (Video Oficial)