la otra cabaña

CAPITULO 11 – LA OTRA CABAÑA

¿Sorprendidos? Parece que la historia se enrevesa un poco, pero no os preocupéis que este unicornio os ayudará.

Todo comenzó con un sueño que el duende rojo tenía la necesidad de ver cumplido. Por esos tiempos andaba muy metido en el menester de la lumbre, pero más en los estudios que en la práctica. No sé si me explico. La cuestión es que, todo gran maestro necesita su propio espacio. Al menos eso era lo que el duende rojo pensaba. Así fue como, sin comerlo ni beberlo, el duende rojo junto al viejo minotauro, arrendaron la Otra Cabaña.

Empecemos por el principio. Como bien te he dicho, el viejo minotauro dio el consentimiento para que su pupilo expandiera su dotes en otro lugar… (Espera, las luces, parpadean) En otros capítulos ya hice hincapié en este asunto. Si el viejo maestro no daba el visto bueno, el duende rojo no podía hacer nada. Vaya, que se tenía que olvidar del asunto. En este caso, el duende consentido tuvo «suerte». Se le metió en la cabeza ese capricho. Pues nada, el viejo minotauro lo volvió a consentir.

Todo parece una contradicción. Ya sabemos que el duende rojo lo último que quería era trabajar. Aun así, él se pensaba que era el mejor en las lumbres, que era todo un profesional. Parecía que en su cabecilla no era un problema, que lo que menos le gustara fuera estar en la lumbre, aunque en realidad lo que no le gustaba era trabajar.

En fin, resulta que la otra cabaña estaba no muy lejos de la plaza del reino. Se trataba de una cabaña abandonada, que llevaba muchos años cerrada. Su estado era lamentable, pues los años no habían pasado en balde. La hiedra recorría todos los muros, la madera se había deteriorado considerablemente y el interior tenía desperfectos. En realidad tenía muchas posibilidades, pues era mucho más amplia, con una lumbre envidiable y mucho sitio para tablas y troncos. Todo esto suponía que había que invertir muchas monedas del reino para arreglarla. Eso le dolía al viejo maestro, ya que el duende rojo quería dejarla como un palacio. Digno de los seres más exquisitos y adinerados. Para que vamos a empezar poco a poco. Directos a la grandeza.

Tras duras jornadas de trabajo (claramente no con la ayuda del duende) y muchas monedas del reino después, la otra cabaña ya estaba lista. Una vez arreglada, empezaron a meter un montón de lugareños a trabajar en ella, desde mesoneros hasta gente en la lumbre. Fregando los platos y las frascos de pócimas. La gorgona también estaba por allí, danzando y dirigiendo el cotarro junto al viejo maestro, como si toda la vida se hubieran dedicado a ello. Os podéis imaginar la que se estaba liando.

Si ya lo decía mi abuela unicornio: «Con zapato muy justo, nadie anda a gusto.» Pues eso le pasaba al duende, al maestro y a la gorgona. El estrés se notaba. No daban pie con bola. Donde mandaban, la gente no estaba a gusto. Y eso era consecuencia de su ineficacia. Como no sabían gestionar una cabaña, dos era tarea imposible. Eso sí, el personal tenía que hacer lo que ellos dijeran. Sí  o sí. Pues que queréis que os diga, así no se podía trabajar a gusto.

A todo esto, la cabaña principal y la que realmente daba las monedas, la tenían descuidada. Solo subían a mofarse de sus posibilidades y eso que también era de ellos. Parecía que el menosprecio estaba a la orden del día. Se había convertido en la cabaña vieja. Pero ahí estaban el unicornio punki y el paladín para enseñarles de que eso no era cierto. De que por mucho que descuidaran la cabaña de la plaza del reino, esa era la mejor cabaña y eso para nosotros era así, aunque ellos no lo vieran.

A pesar de que nosotros éramos pocos en la cabaña, se nos incorporó otro personaje: el PEGASO. Este nuevo ser iba a substituir al duende rojo, cuyo tiempo estaba ocupado «dirigiendo» la lumbre en la otra cabaña. El Pegaso era buena gente. Por las tardes, entre los tres, conseguíamos sacar adelante el turno. Ah! Y por las mañanas estaba el ALICANTO, que ya llevaba un tiempo en la cabaña, desde que me cambié al turno de tarde. Él estaba ayudando a la gorgona, la única que sí que se esforzó por estar en los dos sitios. Majo el pájaro mitológico. (De este capítulo al final han salido dos nuevos personajes.)

En conclusión, entre nosotros llevábamos la cabaña, pues los demás se habían pasado al otro lado. La verdad es que nos funcionaba muy bien, tan bien que sacábamos las monedas suficientes para mantener a las dos cabañas.  Porque os diré una verdad como un templo. La otra cabaña no funcionaba mucho. Ni cuando empezó, ni después de un tiempo. Los lugareños no querían ir. ¿Por qué? Llámale malas maneras. Llevar una cabaña no es tarea fácil, y menos si no tienes experiencia. Y esas cosas pasan por creerse algo que no se es. Todo cae por su propio peso. Y lo digo porque las demás cabañas de alrededor funcionaban bastante bien. No era por el sitio y el palacio había quedado realmente digno. Pero la gestión es primordial. Después daban enseñanzas de cómo llevar las cabañas ajenas.

En el próximo capitulo os contaré más sobre Pegaso.


La canción dedicada a los que se piensan que son más que nadie y sí, va por los que tenían dos cabañas.

La Raíz – Rueda la Corona | Videoclip Oficial

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