la cabaña

CAPITULO 16 – La otra cabaña (parte II)

Hoy os voy a hablar de la otra cabaña. Vamos a dar paso a la segunda parte de esta historia, retomándola tras el final de una etapa, tras tirar la cabaña. ¿Recordáis esa cabaña a la que los lugareños no les apetecía ir? Sí, esa que estaba en un buen lugar pero por la forma de llevarla no funcionaba. Si necesitáis hacer memoria podéis consultar capítulos anteriores para refrescar la memoria.

Empezaremos justo después de tirar la cabaña de la plaza del reino. Como si nada hubiera sucedido, ellos (el duende rojo, el minotauro y la gorgona) seguían felices y contentos trabajando en la otra cabaña. Eso les duraría poco. La falta de monedas de la cabaña principal se iba a notar. Era cuestión de tiempo. Faltaba poco para que se dieran cuenta de que sin las monedas de la cabaña de la plaza, no tendrían ingresos para mantenerla.

Los primeros problemas empezaron a surgir cuando decidieron escatimar en la comida. La que servían no era de buena calidad. Es más, al no entrar ningún lugareño, lo que hacían era guardar la comida en un lugar que no era nada fresco y por lo tanto, en pocos días se ponía en mal estado. Eso a el duende rojo no le importaba mucho y se lo ponía a los lugareños. Se notaba…

Un dato curioso era que las cabañas de la zona siempre estaban repletas de lugareños consumiendo hidromiel y un cerdo exquisito. Sobre todo había uno que hacían en una cabaña de un lugareño barbudo que estaba espectacular, muy cerquita de la otra cabaña. Era un hecho: las cabañas no es lo que son si no de las manos en quien caen. La cabaña del barbudo funcionaba porque era un gran trabajador y miraba por su cabaña. No sucedía lo mismo con la del receloso duende rojo.

No tardaría mucho en nacer la gran idea que acabaría de hundir en la ciénaga al duende rojo. Pero eso sí, con los bolsillos llenos. La magnífica visión fue hacer comida de otros lugares, traer recetas de otros reinos… y claro, si ya no tenía gracia para hacer la comida del reino de las palomas, imaginaros como sería hacer la de otros lugares. Reinos en los que ni había estado. Como podéis imaginaros, fue todo un desastre.

Esta continua racha de malas decisiones lo llevo a gastarse más monedas. Invirtió en un cambio de imagen que no le sacaría del pozo en el que se estaba metiendo. No obstante, parecía que eso le daba igual al viejo minotauro. Al niño mimado de sus ojos le daba todo lo que quisiera, eso sí, menos el poder, podía pedírselo todo. Así que eso les llevó a remodelar la cabaña de nuevo para adecuarla a las nuevas comidas. Si lo has leído bien. En poco tiempo se metió de nuevo en una reforma, en una nueva inversión. Aun así, tampoco duraría mucho. Los lugareños sabían cómo se cocinaba en esa cabaña y ni se acercaban. Les gustaba más ir a la cabaña del barbudo, y con razón.

En resumen, debido a que los lugareños no asomaban ni una pata por la cabaña, llegó el día que todos esperaban. El duende rojo, el minotauro y la gorgona tuvieron que irse de ella. Pero no de cualquier manera. No eran de ese tipo. Ellos se llevaron hasta el último candil que iluminaba el salón. La zona de la lumbre también la saquearon entera, como si se tratará de unos vikingos en plena batalla. El duende rojo se llevó todo y para sorpresa de todos, destrozó la cabaña por dentro sin dejar nada útil. ¿Por qué? La verdad que no lo sé. Será cosa de no saber perder y no saber hacer las cosas bien. Ya os dije que esos tres, ahí dentro, solo podían traer problemas.

Pues aquí tenéis la historia de la otra cabaña (parte II). Sorprendidos, ¿verdad? Pues mirar de que calaña son el viejo maestro, el duende rojo y la gorgona. Vamos, que son como el caballo de atila: donde pisa…

En el próximo capitulo hablaremos de como el unicornio punki descubrió otra cabaña. 


Y hoy la canción es para este unicornio punki, porque también se lo merece…

Marea – Jindama (Vídeo Oficial)

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